
Victoria vagaba por la plaza San Marcos, nadie advertía su presencia a pesar de que todo el mundo estaba allí. Antes de que tuviera tiempo ni siquiera para ajustarse bien el antifaz, un caballero vestido de Enrrique VIII avanzó hacia ella y le tendio la mano, indicandole que bailara con él. Un vals...mucho tiempo había transcurrido sin poder bailar ni vivir como una humana, si alguien la descubria sería su fin, el mundo no estaba preparado para ella, se alegró de llevar el antifaz.
Sintió los labios húmedos sobre los de ella mientras giraban sin parar y el instinto se apoderó de su cuerpo, le devolvió el beso, pero su fuerza hizo que no pudiera resistirse a tentar ese líquido rojo caliente, la savia de vida, de pronto vio que alguien chillaba y levantó la vista mientras con sus brazos aguantaba el cuerpo inerte del galán, se miró el vestido, estaba todo salpicado de sangre. Depositó el cuerpo en el suelo y huyó tan rápido que nadie se percató que ya no estaba allí, volvió a su torreón cerca el mar, mientras se desvestía, la luz del exterior iluminaba su cuerpo marfileño y su larga cabellera morena; el agua caliente la esperaba y mientras se hundía en la bañera veía como ese liquido transparente tan contrario a ella, se teñía del color rojizo de la muerte.
Sería verdad como la tachaba todo el mundo, de la mismisima muerte, hija de Satán, cometedora de todos los pecados, lloró desde hacia mucho, sus lágrimas, rubies encarnados, resbalaban sin fin por su rostro...
- Amanecer en la plaza de San Marcos.....
- ¿Cuál cree que ha sido la causa de la muerte?- preguntó el inspector Biachelli mientras el forense examinaba el cuerpo.
- Parece ser que se ha desangrado, por estos pequeños orificios hechos en sus labios- con los guantes, cogió el labio- a parte que se ven claras muestras de que absorvían la sangre por ellos, ya que le han quitado como mínimo un litro y no está en el escenario del crimen, aparte de la decoloración de la piel y alrededor de los orificios. Aunque en la oficina lo examinaré mejor y le daré los resultados definitivos.
- No me lo puedo creer, otro más- recordó el cadaver que habían encontrado en el canal- parece un asesino que quiere hacernos creer que es un vampiro, lo que no veo la conexión entre esta victima y la anterior, ni siquiera se conocían.
- Se equivoca inspector- el forense y el inspector se giraron en redondo.
Un hombre alto y con cuerpo atletico, la cara era mortalmente pálida, el cabello negro cogido elegantemente en una cola baja que hacia resbalar el suave negro sobre su cazadora de aviador marrón.
- ¿Quien es usted? - preguntó Biachelli-.
- Soy Christopher Peters, hace tiempo que vengo estudiando este tipo de asesinatos y se equivocaba, si se fija las dos victimas parecían totalmente relajadas en el momento de su muerte lo cual quiere decir que conocían a su asesino o al menos no le tenían miedo.
- ¿Quien le ha enviado señor Peters?
- Me envia la familia de la victima ¿acaso no sabe quien es?- al ver la cara del inspector, continuó- es el hijo del alcalde Helizondo, por eso me ha contratado, estos asesinatos se suceden en todo el mundo si debo ser sincero pero aquí es la primera vez que hay testigos y ha estado cometido en medio de tanta muchedumbre.
- Si viene de parte del alcalde deberé aceptarle en la investigación pero todo lo que sepa, lo debemos saber nosotros.
- De acuerdo.
Por la noche de aquél mismo día, Christopher tomaba relajadamente un café mirando la gran plaza, veía el lugar acordonado y pensaba en el asesino, hacia muchos años que le perseguía, se hacía llamar el rey de las sombras, está vez no se le escaparía, ya habían habido demasiados muertos inocentes, lo raro era que se hubiera decidido a crearse un complice, según todos los testigos había sido una mujer. El rey se habría cansado de su inmortalidad y soledad, creandose una compañera. Los vampiros existían, él lo sabía des de que su abuelo le dijo su verdadera profesión y le enseñó el libro donde guardaba toda la familia vampira muerta en sus manos, pero nunca habían logrado llegar al más antiguo de todos, Vladinov, el rey de la comunidad, de hecho él era el que había matado a su padre y abuelo, ara le tocaba acabar con ese tenebroso ser que caminaba por sus anchas por el mundo matando para alimentarse.
De pronto, sintió un líquido frio en las piernas y al levantar la vista, la vió. Era una mujer alta con unos profundos ojos violetas que le miraba descaradamente mientras sus labios rojos por el carmín le hacían ansiar besarla, llevaba una gabardina de diseño junto un vestido negro que enfatizaba su silueta y la hacía misteriosa.
- Perdón se me ha caído- ella se agachó a la altura de sus pantalones y le pasó la servilleta provocativamente- cuanto lo siento, el café es gratuïto, no se preocupe.
- ¿Es usted camarera de aquí?.
- Sí, los viernes y sábados por la noche- le tendió la mano- me llamo Victoria ¿y ústed?
- Christopher.
- Oiga en serio, me sabe muy mal haberle derramado el agua pero es que me he tropezado con el tacón.
Crhistopher no la oía, ni siquiera sabía que le estaba diciendo, solo podía pensar en tenerla, necesitaba una noche con ella, sólo eso.
- Si quiere, acabo dentro de nada de trabajar, vivo en el torreón que hay encima de la cafetería, si le interesa le puedo dejar unos pantalones secos.
Eso era una invitación a algo más en toda regla, no se lo pensó dos veces.
- Gracias porque con el frio que hace me hubiera resfriado antes de llegar al hotel- ella le sonrió y pasó por su lado alejandose hacía la cocina-.
Victoria pensó que se estaba volviendo loca, invitar a un mortal a su casa el mismo día de conocerlo, observó a Cristopher des de la pequeña ventana de la barra, era muy atractivo, no le mataría solo que la besara, hacia tanto que no tenía sexo que por una vez desde que era vampira deseaba sentirse mortal.
Al cabo de una hora, ya había cerrado la cafetería y vió que él la esperaba fuera, subieron por las angostas escaleras y sin decir nada, él la besó mientras se desnudaban y llegaban a la cama.
Fue todo un descubrimiento para Victoría y cuando la langidez les sobrevino, vió como dormia entre las sabanas, supo que no podría matarle, era tan perfecto como hombre, ese cabello cayendole sobre esas anchas espaldas, pero el hambre estaba apareciendo y para no tentar a sus sentidos, se puso la ropa y salió del torreón en busca de su victima, vió a un hombre borracho y no se lo pensó dos veces, bebió y se sació.
Cuando volvió al torreón, él aún dormía y pronto iba a amanecer, con ello su pena de ser immortal y no ver la luz del sol. Se sentó a su lado y le beso descuidadamente por sus espaldas, él despertó y se giró hacia ella.
- Debes irte Christopher, mi novio puede volver en cualquier momento.
Eso le despertó de golpe
- ¿Tienes novio? - la miró enojado, él había pensado que ella era libre y que podría ser suya todo el tiempo que estuviera en Venecia.
- Sí- mintió- ¿Qué te esperabas con esto? ¿un amor para siempre?, sólo ha sido sexo, lo necesitabamos y ahora debes irte.
Él recogió sus cosas y sin mirarla ni siquiera dió un portazo y se fue. Victoria no lo entendió, no se conocían y había sido maravilloso pero ya está solo era eso una noche...
- Victoria- esa voz que susurraba su nombre en sueños...se giró y allí estaba su creador, guardían...
- Vladinov..
---Continuará----
